El filme será digitalizado y restaurado por la Cinemateca de Chile
Hasta el día de hoy, Lucía, la magna obra de 1968, era la única película de Humberto Solás favorecida por la cruzada de salvamento del patrimonio cinematográfico de Cuba. La vasta filmografía de uno de los realizadores cumbres de la generación fundadora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que cuenta con largometrajes de ficción tan destacados como Cecilia, Un hombre de éxito, El Siglo de las Luces o Barrio Cuba, además de sus piezas documentales, había permanecido rezagada en la lucha contra el tiempo y las circunstancias para salvar todo el valioso material, ese testimonio audiovisual de la historia nacional, amenazado por la falta de recursos y las malas condiciones de los archivos fílmicos.
Recabando ayuda internacional, la Cinemateca de Cuba ha conseguido en los últimos tiempos rescatar Memorias del subdesarrollo y otras películas del imprescindible Tomás Gutiérrez Alea (Titón), los Noticieros ICAIC Latinoamericano de Santiago Álvarez, los documentales de Guillén Landrián y De cierta manera, de Sara Gómez, entre varios proyectos en curso. Ahora, trasciende a través de la cuenta de Twitter (X) de Alexis Triana, recientemente nombrado presidente del ICAIC, que Luciano Castillo, el director de la Cinemateca nacional, ha confirmado la propuesta de digitalizar y restaurar el filme Cantata de Chile, de Humberto Solás con la participación de la Cinemateca de Chile.
Esta buena nueva llena de júbilo a todos los amantes del cine cubano y en especial a los organizadores del Festival Internacional de Cine de Gibara, creado en 2003 por Humberto Solás con el nombre de Festival de Cine Pobre, porque amplía el legado de este insigne cineasta que podrá ser visualizado y revalorado por las actuales generaciones de espectadores. El entusiasmo es todavía mayor porque la película de 1975 Cantata de Chile sigue siendo hoy de las más arriesgadas y trascendentes dentro de la obra de Solás y de la cinematografía nacional en general.
Ganadora del Globo de Cristal en el 20 Festival de Karlovy Vary en 1976 y concebida como una evocación de la “masacre de Iquique”, nombre dado a la salvaje represión que desató el gobierno y la oligarquía chilena a una huelga de mineros en 1907, tuvo sus detractores por la osadía formal decidida por Solás para acercarse al hecho histórico, pero también recibió el elogio de un gran cineasta como Julio García Espinosa, quien aplaudió este acercamiento a la realidad “sin caer en el más escandaloso panfleto”.
El propio Solás reconoció entonces su atrevimiento y dijo: “Lo considero mi filme más corrosivo y provocador. Una aventura lingüística exenta de temores”. Evitando el tópico fácil de una reconstrucción documental, él eligió moverse en los límites entre la realidad y la recreación ficcional, con un despliegue de recursos de inspiración plástica y literaria, donde la alegoría y el simbolismo perseguían la consecución de un ejercicio de libertad cinematográfica ajeno a la retórica discursiva.
Ese deslinde de lo tradicional sería expresado por García Espinosa con estas palabras: “Hay momentos en que la realidad recreada y la representada se mezclan, y entonces no hay más realidad que el hecho estético, que resulta de una credibilidad más auténtica que la que finge reflejar la realidad de la vida”.
La incorporación de poemas y canciones de Volodia Teitelboim, Pablo Neruda, Violeta Parra, la participación de destacados actores chilenos (Nelson Villagra, Shenda Román, Eric Heresmann, Roberto Contreras), además de la música original, compuesta por Leo Brouwer, la dirección de fotografía de Jorge Herrera y la edición de Nelson Rodríguez, fueron aportes extraordinarios para que Humberto Solás consiguiera con Cantata de Chile uno de los más audaces empeños cinematográficas en la historia fílmica nacional.