Crítica de Petite nature, de Samuel Theis, Premio Lucía al mejor largometraje de ficción en el 17 FICGIBARA
La película Petite nature del director francés Samuel Theis se presta, por su tema, a interpretaciones prejuiciadas, precisamente porque toca espacios del mundo moderno que se han ido (sobre)cargando de significado, alejándose cada vez más de la realidad cruda. El más obvio quizás es la naturaleza del protagonista, un niño de diez años que vive en una zona desfavorecida de Francia y que, por circunstancias familiares y por su propia preadolescencia, ha comenzado a entrar en el mundo de los adultos. Sensible o Softie (débil, flojito), que son los títulos en español e inglés del filme, sugieren que el niño por interesarse en los hombres tiene que ser delicado, algo que no aparece en el original en francés: “Pequeña naturaleza”, literalmente. ¿No se ha discutido los suficiente que existe más de un tipo masculinidad? La película, que es una historia de crecimiento con algo de autobiografía del director Theis, revela al protagonista como lo opuesto de blando y languidecido. Un niño en la situación de proteger a su hermana y su propia madre, un niño obligado a abrirse camino en el mundo por sí mismo sin el apoyo de adultos, debe sacar espuelas.
Otro asunto donde Samuel Theis trasciende clichés es en relación con la infancia, considerada habitualmente un tiempo humano sin deseo erótico, de inocencia incólume. Johnny, el héroe de este filme, toma decisiones claramente peligrosas en su primer tanteo de esta nueva realidad de sí y los otros que se le ha revelado; y esas decisiones no solo lo ponen en riesgo a él, sino a otros personajes. Sin embargo, esto no lo hace un monstruo, sino más bien humano. Crecer, sobre todo a esa edad y sin la guía de adultos, no está salvo de errores.
Petite nature es, sin duda, una película que no dejará indiferente al espectador y esto se debe, en buena medida, a la construcción de personajes vivos, poliédricos. En los varios momentos que la cámara sigue a Johnny, explora en planos cerrados el semblante de su rostro, y en encuadres espontáneos, casi de documental, su postura, sus movimientos; el actor Aliocha Reinert sabe darnos una dimensión más compleja de este personaje que es una incógnita tanto para nosotros como para él mismo. Es particularmente memorable esa escena donde Johnny recita un poema a su maestro, donde por medio de gestos, de silencios y susurros, Aliocha nos revela la compleja naturaleza de este personaje. Y de altura es también el trabajo actoral de Mélissa Olexa, que interpreta a la madre, y sabe ver en ella y darnos un ser humano, a pesar de los fantasmas del pasado que quizás el director no logró exorcizar completamente al construir ciertos caracteres, que lo vuelven demasiado parcial, quizás incluso resentido.
Este filme es, además, es el retrato de una familia pobre. Y aunque probablemente existan familias como las de Johnny no solo en Francia, sino en el mundo entero, Theis hace poco por alejar la historia de ciertos estigmas habitualmente asociados con las clases bajas. En comparación con los personajes de ese otro mundo al que tiene acceso Johnny, el de la burguesía y su discreto encanto, los pobres de Petite nature tienen problemas de alcohol y drogas, de agresividad y depresión, y construyen relaciones disfuncionales. Claro que este filme ve la sociedad desde los ojos de un niño, pero los adultos detrás de esta historia quizás deberían cuestionar algo a Johnny en su convencimiento de que el pobre es pobre porque quiere.