Marziyeh Riahi es una joven cineasta iraní conocida por su primer cortometraje de ficción Driving Lessons (2019). Esta pequeña obra trata sobre una mujer que toma lecciones de automovilismo con un instructor, mientras es supervisada por su esposo, que viaja en el asiento trasero del auto. Como en Irán está prohibido que una mujer conduzca acompañada solo de un extraño, la ley prevé la presencia del chaperón en estos casos. Este es el primer suceso que muestra el tratamiento que la sociedad iraní dispensa a sus mujeres.
En este pequeño relato la denuncia es clara, al tiempo que se advierte un deseo muy grande de emancipación del sujeto femenino. La esposa del instructor es explosiva, rebelde, osada, inconforme. Reclama su derecho una y otra vez a voz en cuello en medio de las calles de la opresiva Teherán. En cambio, la esposa aprendiz, que parece plegarse dócilmente a las costumbre y leyes, ofrece su propia lección al final. Pero ese desenlace, inesperado y lúcido, deja un sabor a tristeza, porque sabemos que no puede llegar más allá del acto mismo de justicia poética. Al menos, de momento.
Entrenada en la realización de documentales, Marziyeh demuestra potencial para que sus obras cuajen con profesionalidad y espesura estética. Considera que el mayor desafío que enfrenta cualquier cineasta de su país es la obtención de financiamiento para poder materializar sus proyectos. Concretar el presupuesto indispensable es una tarea ardua, sobre todo en el caso de los cortos, pues su circulación en el mercado es menor y ello siembra incertidumbre en los inversionistas. Tras un largo proceso de prefilmación, la realizadora logró reunir por fin un elenco y un equipo de trabajo capaz de garantizar los resultados que anhelaba. La totalidad de Driving Lessons fue filmada en locaciones exteriores, lo cual obligó a la directora a enfrentarse con otros obstáculos propios de una producción de bajo presupuesto. Por ejemplo, no poder pagar más sesiones de rodaje que las previamente planificadas y aprovechar al máximo la luz natural.
Le tomó tiempo encontrar la historia adecuada, y sucedió gracias a su hermana Marjan Riahi, autora del guion, quien también es la guionista de Sampo, el segundo corto de Marziyeh.
A diferencia de Driving Lessons, casi todas las escenas de Sampo ocurren en interiores. El grueso del elenco está constituido por mujeres. La protagonista es Raha, una niña con los sueños y la espontaneidad de cualquier otra niña del mundo. Su mamá se dedica a preparar bufés para fiestas y velorios, mientras Raha tiene un pollito, dibuja su mundo imaginario en una gran caja de cartón que le sirve de refugio, quiere que le compren una bicicleta y le gusta caminar con los tacones de su mamá. Atenta a todo, se da cuenta de que ellas solo reciben ropas de calidad cuando muere gente rica. Pero eso no parece crearle ningún trauma hasta que un día, en medio de un velatorio, se produce una desagradable situación.
Este corto está más bien apegado a la formalidad intimista de la vida cotidiana donde la precariedad se disimula y se compensa casi de milagro. Por otro lado, Sampo pretende explorar la psiquis infantil y sus inocentes veleidades, así como la consabida máxima de que la muerte nos iguala más allá de la opulencia o la carencia material. Pero la rígida articulación de los hechos, así como acciones injustificadas —no sabemos por qué la madre bota la caja de cartón, ni de dónde sale la bicicleta que ha pedido Raha— y las lacrimógenas reacciones de la niña, definen un retablo carente de verdadero potencial emotivo. Sin conflicto, las acciones tienden a deshilvanarse, y los personajes se comportan como marionetas carentes de motivación.
El contraste entre la esposa turbulenta y la mujer sosegada en Driving Lessons proporciona un incentivo dramático que va preparando al espectador para el giro final. Por el contrario, en Sampo, el final parece extraído de un cuento de terror y empujado sin misericordia hacia lo inverosímil. Si, como ha dicho la propia Marziyeh, le interesa el cine social, tendrá que pulir su olfato para alcanzar esa conexión mágica con el público, mediante la sobriedad y la auténtica fluidez narrativas, tal como sucede con su primer cortometraje.