Locarno está a orillas de un lago y Gibara respira al lado del mar. La ciudad suiza y la villa holguinera poseen una cantidad de población similar, y ambas tienen un festival de cine que se celebra en agosto, y durante ese tiempo, la localidad se transforma y se vuelca en función del evento. Los dos festivales son alérgicos a la alfombra roja, y en ellos el arte cinematográfico rompe las barreras, ocupa la plaza con pantalla al aire libre y se mezcla con el público.
Estos paralelismos no son forzados: los introdujo el propio Stefano Vescobi, embajador de Suiza en la isla, en su intervención para el foro teórico «Conexión Cuba-Suiza: Sobre investigaciones y proyectos audiovisuales», que tuvo lugar el viernes 9 de agosto en el Hotel Plaza Colón.
Hoy entre los más reputados del mundo, el Festival de Locarno le gana en experiencia al de Gibara, porque se creó hace 78 años. Mientras, el fundado por Humberto Solás con nombre de Festival Internacional del Cine Pobre festejó hace poco su cumpleaños 20 y este 2024 es cuando llega a su 18 edición.
«Esa circunstancia debe servir como aliento y esperanza de todo lo se podría conseguir en el futuro», apuntó el historiador cubano Julio César González Pagés, cuyo rol como agregado cultural y de cooperación en la representación diplomática suiza hizo de él un moderador ideal para este encuentro.
En un intercambio entre Vescobi y González se habló del vínculo establecido entre ambas naciones y el apoyo brindado por la potencia europea a proyectos culturales del país caribeño, incluidos los cinematográficos, a través de la Agencia Suiza para la Cooperación y el Desarrollo (COSUDE).
Un tercer elemento presente en ese panel fue el experimentado realizador de documentales, productor y director de fotografía Adrian Zschokke, quien fungió como presidente del jurado de documentales y animación en la cita gibareña de 2024, pero está conectado también con una película que fue exhibida entre las presentaciones especiales.
Visto en La Habana en abril, durante la Semana de Cine Europeo, el largometraje documental Z-S-C-H-O-K-K-E disfrutó para su estreno en Gibara de la detallada información ofrecida por Adrián sobre esta obra relacionada con un ancestro familiar.
Él se desempeñó como productor y fotógrafo, al tiempo que su hermano Matthias Zschokke hizo de guionista y director para reconstruir a cuatro manos la historia de su tatarabuelo Heinrich Zschokke. Nacido en Prusia y emigrado a Suiza, este hombre que vivió entre los siglos XVIII y XIX, fue uno de los escritores más leídos de su tiempo y un activo participante en la política y de enorme influencia en los destinos de ese país.
González Pagés lo comparó con José Martí. Zschokke refirió que sus investigaciones sobre el célebre personaje lo llevaron a descubrir en su antepasado un ser de gran actualidad y a querer trasmitirle a su película el mayor atractivo posible. Por eso optó por introducir a actores reconocidos en su país y a concebir un tipo de documental que juega con las formas de la ficción cinematográfica.
Pero no es solo el que su película llegue hasta aquí lo que enlaza a Zschokke con la isla. Su antecesor hizo muchas novelas y cuentos, y en el proceso de documentación, el realizador suizo descubrió una obra cuya acción ocurre en Cuba y donde se involucra a un tal Spengler, personaje tan verídico como el tatarabuelo Heinrich y con estrechos lazos con este.
Con ese apellido, que a un cubano trae de inmediato la evocación del memorable historiador de la ciudad de La Habana, fallecido en 2020, es fácil comprender que Zschokke había dado con la pista de los antepasados de nuestro Eusebio Leal Spengler.
Esta intrigante aventura del ayer tiene ahora motivado al documentalista suizo para ampliar sus conocimientos sobre la historia de Cuba y hasta considerar una posible nueva incursión en la cinematografía enfocada en este asunto.
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