El ruido en Gibara avanza, se contagia con el ritmo de la rumba. Un coro improvisado anuncia «Ahora es que esto empieza». El Festival Internacional de Cine de Gibara abre su 18 edición como siempre con su desfile, calle abajo y atiborrado en artistas, visitantes cinéfilos y gibareños que guardan el encanto del lugar para agosto.
Las palabras de bienvenida de Sergio Benvenuto Solás, director del evento, dieron inicio a la ceremonia inaugural en la plaza principal del pueblo. «Tenemos una historia y una responsabilidad con el Oriente de Cuba. “Filma el Oriente” no es solo un eslogan que acompaña el diseño y la comunicación de este 18 Festival. Inspirados en los propósitos fundacionales que Humberto expresó en el Manifiesto del Cine Pobre, creamos este año la Factoría del Cine Pobre con la intención de apoyar a los proyectos nacidos en esta región».
Además, este año «vuelve Cine en Construcción, un espacio competitivo internacional que, como la Factoría, otorgará financiamiento en servicios de posproducción a aquel proyecto que resulte premiado», añadió Benvenuto.
La inauguración continuó dentro del cine Jibá para la entrega de uno de los Premios Lucía de Honor de este año y la presentación de los jurados.
Las luces se tornaron rojo ocre sobre los jóvenes bailarines de la Escuela Provincial de Danza. Como un llamado de lucha, la música replicaba el canto de los caracoles.
«Me sigo sintiendo el mismo joven de veinte años que estaban sentado aquí, pensando cómo íbamos a mejorar este cine, a levantar la ciudad y respaldar a Humberto Solás. Por eso es que lo evocamos hoy, y yo recordaba su sueño de las antorchas y por qué tenemos que volver sobre las utopías», declaró el presidente del ICAIC Alexis Triana. «Hagamos voto por multiplicarnos. Esta es la edición que más cineastas cubanos y extranjeros trae después de la COVID», agregó al discurso.
Humberto Solás, que bautizó este lugar de «maravilloso», un lugar de luz y cine, es un recuerdo vivo en cada Festival. Así lo sintió la sala con la interpretación de la banda sonora de tres filmes del director: Lucía, El siglo de las luces, y Miel para Oshún, mientras se proyectaban fotogramas en la pantalla.
La entrega del Premio Lucía de Honor 2024 a Manuel Herrera llegó de manos de una de las protagonistas del filme, Eslinda Núñez, quien recibió este lauro en 2017.
«Esta noche debían estar conmigo el director de fotografía Livio Delgado y el cineasta Manuel Pérez Paredes —con quienes comparte el lauro honorífico de este año—. Quiero ir a ellos y recordarlos, porque todos somos uno, hemos sido uno en el ICAIC. No puedo desligar este premio de Milton Pérez Abradelo, que mucho se esforzó por mantener este Festival, así que lo recibo a la memoria de él también», expresó Manuel Herrera. «Un premio como este puede pensarse como algo que se otorga para quedar en el recuerdo, pero yo lo recibo como un impulso para seguir adelante. Haré cine hasta que la biología me venza. Lo dedico en primer lugar a mi esposa Eslinda. Al recuerdo obligado de mis padres y al ICAIC, que me formó no solo como artista, sino como ser social. Hoy este Festival es y seguirá siendo el Festival de Cine Pobre que creó Solás a partir de su Manifiesto fundacional».
«Solás, Solás, de Gibara no te vas», rememoró Manuel Herrera. «Gibara lucha por ser un festival multicultural, un desborde de cubanía para cineastas extranjeros y cubanos sin fronteras, que llenan las noches del pueblo».
Finalmente, se exhibió en calidad e filme inaugural el largometraje de ficción en concurso Sin papeles, de Christian de la Cortina, y el director lo pudo presentar a pesar de las vicisitudes que pasó para llegar. Cortina pisaba Gibara apenas unos minutos después de concluido el desfile inaugural.