Lola Amores posa en el patio del Hotel Plaza Colón y la podrían confundir con una Juliette Binoche tropical. Reta de perfil a la cámara, a medias entre una provocación sensual y una broma, sátira de sí misma, de su nombre famoso que han vocalizado jurados de cine de Málaga y Nueva York. Las risas le salen con el color de los nervios. Cuando le dirijan preguntas rimbombantes y le pidan que mire cinco años más allá, dirá en la dosis y el tono exacto de la humildad: «No yo no sé nada. Yo no sé todavía lo que va a pasar. Depende de los proyectos que aparezcan, de las cosas que quiera hacer. A veces quiero actuar, a veces quiero hacer otras cosas. Puedo hacer cine, puedo hacer teatro, puedo hacer un personaje en mi casa que me guste, como Claribel. Mientras las cosas me inspiren puedo entregarme a lo que aparezca».
El esfuerzo psicofísico, los entrenamientos duros, todo cristaliza en esa última finalidad: «El proceso para hacer un personaje, para entregarse a un trabajo de conexiones, de búsqueda de información, de fuentes de investigación, de conversaciones con el director y con los otros actores, de los ensayos, de ese túnel en que uno se mete buscando esa conexión con el personaje. Todo lo que tenga que ver, uno lo va atrayendo como un imán, y va creando un mundo, esa obsesión y ese despertar hasta de la memoria de mi cuerpo, donde aparecen cosas que yo ni espero que estén, y este túnel de sensaciones y estos encuentros conmigo misma me llevan a límites y a intimidades y me traspasan». A ese proceso de traspapelar sus palabras y sus acciones a un personaje de libreto, se resume todo. Si eso falla, nada tiene sentido.
Limpiarse, vaciarse, resetearse, ser puntual, saludar a cada miembro del equipo, un entrenamiento de disposición. Lola recita el decálogo, amplía sus límites, se convierte en el canal por el que transitan los personajes de sus películas. Habla del miedo, lo digiere: «Si fuerzas lo que traes preconcebido dentro de un personaje no tienes experiencias nuevas, te pierdes vivencias, y pienso que es un reto simplemente entregarse a lo que de verdad propone el director. El miedo es una cosa espantosa, porque te hace aguantarte de las cosas conocidas, no te permite abrirte. En esas experiencias encuentras interioridades que te sorprenden hasta a ti mismo. El autoconocimiento, la consciencia de uno mismo, la elección de estar presente y no permitir que las cosas te obstruyan».
Cuando Lola interpreta es Juliette Binoche, Rita, Yolanda, es una entre las madres cubanas con sus penas seculares, es el arte que se pervierte en palabras e imágenes.