Daniel Ross Diéguez lo aclara siempre: «Este festival es lo máximo. El de Gibara me gusta más que el Festival Internacional de Cine de La Habana». Nacido en 1986 en Guantánamo, criado con su abuela de Maisí y enamorado de Baracoa, vive cada edición gibareña en la que participa como una fiesta, donde se conecta con sus raíces y además se siente integrado con el mundo del cine: su pasión mayor.
Daniel respira el aire limpio del entorno y siente que el viento de la creatividad recorre libremente las calles en los días del Festival de Gibara. «No estoy empotrado en un hotel de ciudad, sino con la naturaleza al alcance de la mano», dice. «En ningún festival de cine he sentido ese vínculo tan cercano con los colegas de profesión. Aquí uno camina y se topa con directores de cine y actores reconocidos, los escucha en una conferencia y luego establece un diálogo con ellos mientras se comparte un café o en una fiesta por la noche».
Daniel asegura que Gibara le ha regalado dos vivencias muy importantes para su vida. Una fue conversar con el gran Fernando Pérez y recibir del realizador de Clandestinos el empuje para lanzarse a continuar por el camino de la realización cinematográfica. La otra, esa cercanía de tantas figuras, que lo llevó a sentir el cine no como algo inaccesible, y eso le infundió coraje para hacer su cine de manera independiente.
Así, a su manera, el muchacho guantanamero comenzó haciendo cortos de animación en stop motion, en 2019 participó en la competencia de Gibara por primera vez con Todo pasa y repitió en 2022 con Jake Up Mate. Ya en 2023 trajo su primer largo de ficción, La espera, el cual realizó en los tiempos de la pandemia convertido en todoterreno en los distintos roles de la producción fílmica y sin contar con actores profesionales.
Por esa obra, Daniel alcanzó una mención especial del jurado de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC), a la que da tanto valor como al lauro de mejor película dramática logrado en el Cannes World Film Festival – Remember the Future 2023, porque fue en la cita de Gibara.
«Pocos eventos de cine llegan a involucrar completamente a la comunidad, y este evento hace que los gibareños se sientan protagonistas. Esa complicidad con el pueblo y entre la gente de cine hace que aquí tengas las oportunidad de fraguar proyectos, soñar con nuevas películas».
Precisamente es un proyecto nuevo lo que trajo a Daniel Ross de vuelta a la villa costera, ahora participando en la sección Cine en Construcción. Con el título Bajo la corteza se ha lanzado a crear otro largo de ficción, de nuevo en un modo alternativo, con pocos recursos y rostros de personajes locales, que será «el primer largometraje cubano con uso de inteligencia artificial (IA)», según afirma.
«Quiero filmar una historia que hable del Oriente, de los patrimonios taínos que no conocemos, y me he apoyado en la IA para cambiar la visualidad, introducir efectos sonoros y música de tribus taínas», señala Daniel. Pero el uso de esas facilidades tecnológicas no es suficiente y la presentación de su proyecto a concurso obedece a «la posibilidad de poder manejar el financiamiento que ofrece este festival, lo cual, además de un gran apoyo, significaría un compromiso para perfeccionar la película y hacer un mayor aporte al cine independiente de la zona más oriental de cuba».
A propósito de esta dificultad del cineasta oriental, apunta: «He pasado mucho trabajo, he tenido que superarme, aprender y crear sobre la marcha. Por eso aplaudo este interés del Festival de Gibara de brindar un espacio para poder filmar desde el Oriente. Iniciativas como la Factoría del Cine Pobre brindan un mayor incentivo a los realizadores, aporta más fuerza y confianza para emprender desde el camino de los cineastas independientes».
Daniel Ross cree que tanto Cine en Construcción como la Factoría del Cine Pobre «son una ventana abierta para muchos proyectos audiovisuales del Oriente de Cuba que necesitan continuar y terminarse. Y se agradece aún más porque proviene de un festival con tanto prestigio, y es una oportunidad que encarna el espíritu del sueño de su fundador Humberto Solás».